Los mitos del vino

Los mitos del vino

Por Sebastián Casabé

El mundo del vino está rodeado de mitos. Durante décadas, preconceptos erróneos y mal aprendidos continúan apareciendo de manera espontánea en boca de algunos consumidores. Seguir juzgando a los vinos por cuestiones menores como puede ser su color o método de cierre, por citar un ejemplo, hace que frente a una copa nos paremos distantes. Es importante desterrar ciertas creencias. Al hacerlo, podremos disfrutar del vino libres de aquellos prejuicios que condicionan nuestro disfrute y aprendizaje.        

“Durante décadas,
preconceptos erróneos y mal aprendidos continúan apareciendo de manera espontánea en boca de algunos consumidores”

Mito #1
El vino blanco debe beberse bien frío y el tinto a temperatura ambiente.
La temperatura de servicio es clave. Cualquier vino que bebamos por fuera de los rangos razonables de temperatura será una experiencia perdida. El frío excesivo apaga al vino. No habrá aromas por descubrir ni sensaciones en boca por apreciar. Por otro lado la famosa “temperatura ambiente”, en pleno verano por ejemplo, trepará por arriba de los 26 grados. Encontraremos entonces un ejemplar alcohólico, difícil de beber. Lo que siempre aclaro es que no debemos volvernos maniáticos con este asunto. Al margen de la época dela año y del ejemplar en cuestión, los tintos deben tomarse entre 13 y 15 grados (salvo algunas excepciones). Los blancos, por su parte, entre 7 y 10 grados. Introduciendo media hora el vino en un cubo con agua y hielo, se consigue.

Mito #2
Todos los vinos mejoran con el paso del tiempo.
No es así y hay que dejarlo en claro. Ciertos vinos, desde su concepción, están pensados para una guarda prolongada. Suelen ser ejemplares con largo paso por madera y realizados con cepas específicas que poseen una buena concentración de taninos, alcohol y acidez.  Otros, sin embargo, están ideados para ser consumidos desde el año de cosecha (suele encontrase impreso en la etiqueta) y por un período no mayor a los dos años. Estos vinos, conocidos como jóvenes, están enfocados en mostrar la frescura y características de la variedad. A su vez, no mejoran con el tiempo sino todo lo contrario. Tienen una vida media bastante corta. El paso del tiempo en ejemplares pensados para tal fin ofrecen atributos maravillosos. Sólo hay que elegir el ejemplar indicado, almacenarlos en óptimas condiciones y saber esperar.

Mito #3
Un vino con tapa a rosca es de baja calidad.
Todavía sucede. Cuando un consumidor encuentra un ejemplar sellado con un corcho natural tiende a pensar que está frente a un vino de alta gama. Por el contrario, al ver un ejemplar sellado con tapa a rosca, una leve desconfianza aparece. Relaciona, erróneamente, el método de cierre con la calidad del vino. Si bien el consumidor argentino sigue siendo un tanto tradicional, acá encontramos otro mito que debemos derribar: la tapa a rosca, bajo ningún punto, fue diseñada para sellar ejemplares de calidad inferior. Optar por la tapa a rosca es una decisión meramente enológica. El temido TCA, también conocida como la enfermedad del corcho, es un defecto que altera seriamente la calidad del vino. Gracias a este sistema, puede evitarse. Si bien es cierto que los corchos naturales brindan infinidad de beneficios, no duden al momento de adquirir ejemplares de tapa a rosca. El tipo de cierre no determina la calidad del vino.

Mito #4
Sin una cava no se pueden almacenar vinos.
Se puede. Sin dudas. Necesitarán un espacio con ciertas características pero se puede.
Sepan lo siguiente: la temperatura, humedad, luz, ventilación y aromas del ambiente tienen un impacto sobre el vino. Por otro lado y como hemos visto no todos los ejemplares están pensados para ser almacenados durante grandes periodos de tiempo. Habiendo encontrado el ejemplar indicado, el sitio a elegir debe ser, por lo pronto, fresco. Sería conveniente que en dicho espacio no haya cambios bruscos de temperatura. Por tal motivo no es conveniente que el lugar sea próximo a la cocina. Un placard, valija o incluso bajo la cama, pueden ser opciones viables. Un consejo: busquen asesoría. Vayan a una vinoteca y expliquen al profesional qué es lo que están buscando. Después, como todo, es cuestión de suerte. Nadie puede garantizar el éxito pero, tomando ciertos cuidados, estaremos ayudando a que el tiempo no deteriore los ejemplares.

Mito #5
Más caro, mejor
Tan arraigada tenemos la creencia de que el valor de un producto determina su calidad que debemos trabajar a conciencia para entender que esto no siempre es así. En el mundo del vino existen infinidad de cuestiones que pueden encarecer notablemente el valor de una botella. Desde cuestiones subjetivas como la marca y su trayectoria, el enólogo detrás del proyecto, la zona de procedencia y temas relacionados a las modas y tendencias, hasta cuestiones objetivas como el rendimiento por hectárea, la mano de obra y el uso de barricas de roble para la elaboración del ejemplar. Determinar si un ejemplar es “bueno” o “malo” por su valor me parece simplista. Debemos comprender, en todo caso, que existen vinos más complejos que otros. En épocas en donde la relación “precio/calidad” está en boca de todos, uno de los factores que determinarán la calidad en un vino es su equilibrio. Un ejemplar con sus componentes balanceados, es un claro atributo de calidad, al margen del valor que hayamos pagado por la botella.

Mito #6
No es conveniente beber en una misma comida diferentes estilos de vinos
Pueden beber la cantidad de ejemplares y estilos que deseen sin ningún tipo de inconveniente. Lo importante, en todo caso, es el orden en el cuál se descorchen los ejemplares. Conviene comenzar bebiendo aquellos vinos ligeros y de buena acidez. Los hay blancos, rosados e incluso algún tinto joven. Luego podremos continuar con ejemplares más robustos. Ciertos ejemplares de uva tinta con un marcado paso por madera son opciones interesantes para descorchar junto al plato principal. Vinos tardíos, por otra parte, son una opción exquisita para cerrar la noche. Acompañados con quesos de diferentes estilos (Camembert, Brie, azul, entre otros) es una experiencia exquisita que todo amante del vino debe experimentar.

Mito #7
Mientras más intenso sea el color del vino, más cuerpo tendrá
El cuerpo del vino es una sensación táctil y no puede definirse por la vista. Punto aclarado. El color del vino puede darnos incidíos de la variedad, edad y estado de salud. No más que eso. Incluso, quienes catan vino de forma profesional, le otorgan relativo valor a análisis visual. No juzguen al vino por lo que observan. El color del vino no nos hablará jamás de la calidad o de posibles sensaciones que podremos percibir una vez que lo hayamos bebido.

Mito #8
Si tiene sedimentos, está defectuoso
En alguna oportunidad habrán observado, luego de servirse una copa de vino, una especie de arenilla que queda por ahí perdida. Estos sedimentos o borras están compuestos por residuos sólidos que no se han filtrado antes del embotellado (muchas veces por decisión del enólogo) o bien por haberse desarrollado dentro de la botella por el paso del tiempo. Independientemente del motivo, esto no es un defecto o error en la elaboración ni tampoco pone en riesgo nuestra salud si llegásemos a beberlos. Si por algún motivo desean removerlos, basta con pasar el vino a un decantador. Al hacerlo en forma pausada dichos sedimentos quedarán en la botella.

Mito #9
Para disfrutar del vino hay que saber
De todos los mitos expuestos, el que más me gustaría discutir es este último. Lamentablemente y por diversos factores muchas personas piensan que disfrutar del vino está destinado a aquellos que saben. Que han estudiado. Que tiene una sensibilidad especial para descubrir aromas y sensaciones. Esto no es así. Para disfrutar de un vino no hay que saber. Para disfrutar de un asado no hay que saber. Para apreciar un disco de música no hace falta saber sobre música. Por supuesto que uno, si desea estudiar sobre algo que le apasiona, puede desarrollar o incluso expandir ciertos sentidos. Pero, como todo, es cuestión de práctica y atención plena. Quienes estamos inmersos en el mundo del vino, al margen del rol que cada uno cumple, nos hemos formado. Ninguno de nosotros nació tocado por una vara mágica. Desconfíen, en cualquier ámbito, de la gente que habla con palabras rebuscadas. El vino es simple. Forma parte de nuestra cultura y es nuestra bebida nacional. Debemos, entre todos, devolverle el lugar que de algún modo perdió. Ese lugar que es de todos y forma parte de nuestra historia. Nunca se olviden de disfrutar. Como decía el gran Miguel Brascó, “el mejor vino es el que a uno le gusta”.

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