Por Sebastián Casabé
Poder conversar con un exponente destacado del mundo del vino como lo es Fabricio Portelli nos aporta una visión clara y didáctica sobre lo que está sucediendo en nuestra industria. Amante del vino y el buen vivir, vas a encontrar en ésta nota sus años de dedicación y amor por el trabajo.
“El buen vino se mide con el tiempo, no con una etiqueta llamativa”
Estudiaste marketing. Sos Sommelier. Tuviste programas de radio y, como periodista, pudiste conocer las regiones más destacadas del mundo del vino ¿Cómo te definirías?
Como un entusiasta que afortunadamente pudo estar en el momento indicado con las personas adecuadas.
¿Cuándo comenzaste a darte cuenta que tu pasión era comunicar el vino?
Mientras realizaba la carrera de Sommelier. En ese momento comencé trabajando en algunas ferias degustando vinos e intercambiando opiniones con gente del medio. En una de ellas tuve la oportunidad de conocer a Juan Aznarez, director de JOY, la revista de vinos más desafiante del momento. Me consultó acerca de las publicaciones que realizaban. Le hice mi crítica y al término de la noche me invitó a colaborar en la revista.
¿Cuál es el primer recuerdo que tenés sobre el vino en tu vida?
Los domingos en Villa Ballester junto a mi familia. Recuerdo comer fideos con tuco mientras mi abuelo se servía un Toro Viejo con soda. Crecí con el vino en la mesa. Creo que es lo que todos de alguna manera vivimos. También recuerdo las guitarreadas con la Dama Juana en el centro de la escena o cuando almorzábamos fuera de casa. Siempre había una Caramañola de San Felipe o de Perdriel en la mesa.
Qué hay de nuevo, viejo
¿Cuál crees que es la transformación más evidente que está mostrando la industria del vino en nuestro país?
En mi opinión estamos viviendo un momento muy vertiginoso dentro de la industria. A nosotros, los comunicadores, nos toca ser protagonistas privilegiados de lo que está sucediendo en el mundo del vino. A los enólogos les toca la búsqueda constante mientras que el consumidor debe ir conociendo en forma continua las novedades del mercado. Estamos en un momento de transición ya que hasta ayer lo que importaba era el varietal y el método de crianza. Hoy lo que importa es el origen de la uva y quién es el hacedor del vino.
¿Qué rumbo crees que estamos tomando como industria?
Siento que tenemos cada vez más en claro hacia donde estamos yendo. Creo que la Argentina enderezó la dirección del barco cuando empezó a poner el foco en la calidad de los vinos que producía en lugar de apuntar sólo a la cantidad. Ahí nos encaminamos como industria.
La gran mayoría de vinos argentinos, en sus distintos segmentos de precios, son de buena calidad. La cuestión será ver hasta dónde puede llegar la complejidad de nuestros exponentes. Veremos si somos capaces de lograr, como en el viejo mundo, vinos consistentes y prestigiosos a lo largo del tiempo. Esperemos poder multiplicar el mensaje del Malbec argentino para que pueda llegar a ser considerado del mismo nivel que los Cabernet Sauvignon o Pinot Noir europeos.
En un artículo que escribiste leí una frase que me llamó la atención: “la historia ha demostrado que los vinos que trascienden generaciones lo hacen por su personalidad y no por su originalidad” ¿Cómo explicas entonces éste aluvión de vinos jóvenes y de etiquetas llamativas que salen al mercado sin demasiadas pretensiones?
Los grandes vinos del mundo se consagraron luego de varios años. Es un camino que siempre comienza con una primera cosecha. Es ahí donde defiendo la diversidad que está mostrando el mercado argentino. Ahora, cuando no aparece la consistencia, les saco la confianza. Que haya gran cantidad de etiquetas nuevas no me mueve un pelo. Lo que hago es probar el vino mientras escucho a quien lo hace. Intento comprender su búsqueda y lo qué quiere transmitir.
Luego de veinte años puedo decirte que es poco común encontrar vinos especiales en Argentina, aunque hay excepciones como el “Zuccardi Fósil” o el “Matervini” de Roberto Cipresso, entre otros.
Las intenciones son todas sanas pero el buen vino se mide con el tiempo, no con una etiqueta llamativa.
El vino no termina de ganar terreno frente a la cerveza ¿Por qué pensás que sucede?
Hace varios años el vino no te interpelaba. Estaba en la mesa de todos porque era un producto noble. Siempre fue considerado parte de la familia. Durante los últimos años y por diferentes circunstancias el mensaje de unión que transmitía se desvirtuó y la gente encontró en la cerveza un sustituto. Creo que en la actualidad, devolverle a la gente ese amor por el vino o como decía Miguel Brascó ese “paladar genético”, va a ser un tanto complicado. Lamentablemente el vino comenzó a interpelar al consumidor con muchas preguntas que uno debe conocer antes de poder disfrutarlo. El consumidor a la hora de comprar un vino debe pensar en el tipo de uva, la variedad, la zona de origen y un sinfín de otras cuestiones. En muchas oportunidades se tiene temor a quedar mal parado, de parecer ignorante. La cerveza es más sencilla, no te cuestiona.
Comunicando el vino
En la sección “Copados” de tu sitio web invitas a la gente a comentar y calificar los vinos que consumen ¿Sos de darle relevancia al puntaje en los vinos?
Cuando trabajaba para el “Club del vino” comencé a leer las descripciones de los ejemplares que degustaba. Noté que el puntaje era parte de la información que se brindaba. En ese momento en la Argentina nadie hablaba de eso así que practiqué para luego poder puntuar los vinos que recomendaba para la revista JOY. Siento que al no haberme apoyado nunca en mi prosa a la hora de comunicar el vino, con el puntaje doy un mensaje completo.
Invito a la gente a comentar y calificar los vinos que prueban ya que busco ser alguien de consulta. Cuando califico un vino trato de diferenciarme de aquellos que no salieron a hacerlo. A lo largo de los años eso me trajo el respeto de la industria. El mi caso, el puntaje que pongo, es mi referencia a la calidad del vino.
Seguís dándoles un lugar importante a los clásicos argentinos como López y Valmont. ¿Qué es lo que hace que estos vinos sigan perdurando en la mesa de los argentinos?
Por haber trabajado con Miguel Brascó, generé una gran relación con Bodegas López. Eso me permitió conocer al dedillo los vinos que elaboran. Si bien no son los que elijo a diario, cuando me siento a degustarlos los disfruto ya que me permiten volver a mi eje. Son de los vinos más originales que encontramos en la Argentina porque fueron los únicos que se quedaron haciendo vinos tradicionales. La consistencia que tienen es envidiable. EL Valmont, por darte otro ejemplo, es un vino que sigue cumpliendo su objetivo: ser un vino tinto que puede consumirse como si fuese un blanco. Por ser fresco y fácil de tomar, sigue siendo uno de los mejores vinos de su categoría.
El paso del tiempo no afecta su calidad y es por eso que siguen perdurando en la mesa Argentina.
¿Cuál crees que fue la clave para que tu dupla con Miguel Brascó haya sido tan fructífera?
¿Qué te aportó en lo personal?
Creo haber aparecido en la vida de Miguel en el momento justo. Si bien él estaba acostumbrado a interpretar el vino argentino, de pronto comenzaron a aparecer una gran cantidad de nuevos exponentes al mercado y, con su edad, no le era sencillo encarar la comprensión de tantos mensajes nuevos. Ahí es cuando me ofrecí como ayuda para que podamos comenzar a decodificar todo lo que estaba surgiendo. Nos enriquecimos mutuamente.
Lo que aprendí de Miguel es mi deseo de querer vivir disfrutando de lo que hago hasta el último día. Ese es el legado que me dejó, ser feliz trabajando en lo que amo.
Novedapp
Si querés conocer cuáles son las características de los principales vinos argentinos, Fabricio Portelli inauguró “Portelli”, la primer video guía gratuita de vinos argentinos.
Encontrarás las descripciones de más de quinientas etiquetas segmentadas por variedad y precio. Podes descargarla desde Android o Appstore.