Pasado y presente de los vinos cordobeses

Pasado y presente de los vinos cordobeses

Por Sebastián Casabé

Si los encuentros con productores llegaron para quedarse, bienvenido sea. Pocas cosas resultan más interesantes que conocer la historia detrás de cada proyecto cuando es contada por sus hacedores. En esta oportunidad, la reunión virtual que organizamos juntos a Argentina Wine Bloggers, contó con la presencia de la ingeniera agrónoma Daniela Mansilla y el responsable enológico Gabriel Campana del proyecto “Pantente X” y  con Nicolás Jascalevich, propietario de bodega Noble de San Javier. Ellos expusieron, a lo largo de dos horas, la interesante búsqueda de sus vinos y repasaron la historia de una provincia con mucha tradición vitivinícola.

Un poco de historia

Muchos podrán sorprenderse al saber que la viticultura cordobesa roza los cuatro siglos de historia. Tal vez sucede porque, una gran mayoría consumidores, relaciona al vino exclusivamente con Mendoza. Si bien es cierto que dicha provincia se lleva poco más del setenta por ciento de la producción nacional, es interesante comprender que hay atractivos proyectos diseminados por todo el territorio nacional.

Roberto Colmenarejo, destacado docente y Sommelier, tomó la palabra logrando plasmar de forma concisa y dinámica los hitos más importantes de la historia vitivinícola cordobesa.  
Durante el Virreinato del Perú (lo que luego sería el Virreinato del Río de la Plata), vía Santiago de Chile, la uva llegó a Mendoza. Si bien fue allí donde se plantaron vides por primera vez, se presume que en Córdoba fue donde se produjo vino a gran escala gracias a la orden jesuítica. Entre los pocos documentos confiables que aún perduran, hay dos que son interesantes para recalcar: el primero de ellos, propiedad de los sacerdotes mercedarios, certifica que en 1599 ya existían viñedos en la provincia de Córdoba. El segundo, ya asociado a los Jesuitas, data de 1614. En lo que hoy se conoce como la Estancia Jesuítica de Jesús María, comenzaron a producir vino (se cuenta incluso que el primer vino que se probó en la corte española proveniente de América, fue un vino blanco cordobés.)

Fue tal el avance y el desarrollo que produjeron los Jesuitas en diversas áreas, que Carlos III de España, apodado “el político”, entendiendo que habían tomado mucho poder en América decide expulsarlos dándole la propiedad a otras órdenes Jesuíticas. Esto jugó en detrimento de la producción de vinos ya que, para fines del siglo dieciocho, estaba prácticamente desaparecida. La “reactivación” llegó casi un siglo después cuando Nicolás Avellaneda, Presidente de la nación e impulsor de la inmigración europea a la Argentina, trajo un enorme contingente de inmigrantes friulanos para fundar, cerca de la zona de Jesús María, una colonia agrícola (hoy conocida como “Colonia Caroya”.) Fueron los italianos, gracias a sus conocimientos sobre el cultivo de la vid, quienes retomaron la tradición vitivinícola. Para fines del siglo diecinueve, había cerca de un millón y medio de plantas de vid en Córdoba.

Un nuevo siglo comienza

Los primeros años del siglo veinte fueron importantes para la historia del vino cordobés. A modo de cooperativa, se funda la bodega más importante que actualmente permanece en pie: La Caroyense. Los problemas volvieron a los pocos años. Para 1934, el presidente de facto Agustín P. Justo dictamina una ley que busca desalentar la producción de vinos fuera de Cuyo. Si bien Córdoba logró surfear dicho revés, el desastre llegó a inicios de la década de los setenta. Una tormenta de granizo como nunca se había visto, descargó toda su furia. La producción agrícola entera quedó destruida. Fue tal la magnitud del desastre que muchas fincas quedaron abandonadas. La caída de la producción cordobesa, permanecería incólume durante tres décadas. 

A inicios de la década de los noventas, la recuperación asomaba. La nefasta ley impuesta por Agustín P. Justo fue derogada y se volvieron a plantar viñedos tanto en Colonia Caroya como en el Valle de Traslasierra, sumado a una zona nueva: El Valle de Calamuchita. En la actualidad son catorce las bodegas activas, hay 320 hectáreas plantadas (que corresponden al 0.5 de la superficie nacional) y varios pequeños productores artesanales de vino. Las variedades más plantadas: Pinot Noir y Malbec. Sin duda, una historia apasionante.

Los proyectos y sus vinos

La primera en tomar la palabra fue la ingeniera agrónoma Daniela Mansilla quien, junto a Gabriel Campana fundaron “Patente x” con el deseo de demostrar que en Córdoba, también podían elaborarse grandes vinos. Al respecto comentó: “La provincia de Córdoba se ubica en el centro del país, entre los 30 y 33 grados de latitud, posee diversas características climáticas y edáficas (factores divergentes en los suelos) así como relieves disímiles. Toda esta heterogeneidad hace de Córdoba una provincia particular porque, en diferentes zonas, se pueden encontrar características climáticas variadas”.

Hay cuatro regiones principales en la provincia: La región norte y noroeste, el Valle de Traslasierra, Sierras Chicas (ubicado al noreste de la ciudad de Córdoba y al este del Valle de Punilla) y el Valle de Calamuchita. “En cuanto a materiales y composición de los suelos, no todas las zonas son iguales. Si hablamos de climas, hay zonas con altas temperaturas y otras más moderadas. Por otro lado, la temperatura aumenta de norte a sur y la amplitud térmica juega un factor importante”, agregó Gabriel. “No siempre es sencillo trabajar con semejante disparidad climática porque ello repercute en los resultados y nos obliga a trabajar pensando en la añada por sobre otras cuestiones”.

Uno de los tantos pequeños proyectos vitivinícolas que hay Córdoba.
Patente X

“Patente x” vio la luz en 2011 bajo el concepto “vino de barrio”. Al respecto Gabriel explica: “Este vino nace en el barrio de Tronco Pozo en Colonia Caroya. Nos gusta la comunidad, el compartir saberes, las risas, el apoyo comunitario y ayudarnos entre sí. El nuestro es un concepto de lugar, no de terroir”. Los vinos que elaboran son trabajados mediante vinificaciones tradicionales, con intervenciones controladas y cosechas manuales buscando concentración moderada y mucha expresión.
El blend que probamos parte de quienes estábamos presentes, está compuesto por Malbec y Cabernet Sauvignon en iguales proporciones que está próximo a salir al mercado. Es un vino intenso, con buena concentración de fruta y taninos firmes. Me gustaría volver a probarlo con un año más de botella. Le encuentro un gran potencial.

Noble San Javier

Nicolás Jascalevich es propietario de bodega Noble de San Javier, ubicada en el Valle de Traslasierra. En paralelo con lo que dijeron sus colegas en cuanto a la diversidad de zonas agregó: “Siento que Córdoba son cuatro provincias en una. Existen tales diferencias entre zonas que pueden hacerse vinos totalmente diferentes aún a pocos metros de distancia”. Si bien Traslasierra en la actualidad cuenta con alrededor de catorce hectáreas de viñedos, asombra que, en su momento de esplendor, llegó a tener quinientas. En cuanto a bodegas y productores, serán entre cinco o seis. Nos contó que Bodega San Javier empezó a elaborar vinos en 2008 y actualmente cuentan con tres hectáreas de viñedos en donde tienen plantado Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah. Los viñedos son orgánicos y biodinámicos.

Algo que recalcó Nicolás es la necesidad de contar con mayor investigación y desarrollo a través del INTA al igual que sucede en Mendoza. Si bien considera que Córdoba es una provincia enoturística y no netamente productora, asegura que el potencial está, sólo hay que lograr explotarlo. En cuanto al vino, pudimos probar un blend sin madera de Malbec, Syrah y Merlot. Fresco, amable, muy bien trabajado y, sobre todo, fácil de tomar. Por otro lado la bodega cuenta con otras siete etiquetas entre las que se suma la línea “reserva” con un año de roble.

Agradezco el haber podido participar de este interesante encuentro en cual pudimos conocer proyectos que no siempre tiene la visibilidad que merecen.

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