Por Sebastián Casabé
Tenemos en nuestras manos un ejemplar que nunca probamos. La curiosidad nos invade. La atención aumenta. Nuestros sentidos nos servirán de guía. Los aromas y sabores encontrados nos llevarán por un camino el cuál, inexorablemente, culminará por definir cuán agradable resultó la experiencia de beber el vino elegido. Si nos gustó, bienvenido sea. De no ser así, cierta sensación de desencanto nos invade. Ahora bien, independientemente de nuestro veredicto (regido por una apreciación subjetiva) ¿somos conscientes del enorme trabajo que hay detrás de cada ejemplar? Haber conocido cómo Bodega Santa Julia trabaja por atender cada aspecto relativo al cuidado del viñedo, hace que mi respeto hacia el vino y sus hacedores siga en aumento. Junto a Nancy Johnson, Brand Ambassador de la bodega, recorrimos las fincas que Santa Julia posee en Maipú y Santa Rosa, a cuarenta y ochenta kilómetros de la ciudad de Mendoza respectivamente. En épocas en donde lo orgánico y sustentable trasciende al mundo el vino, es imperioso conocer cómo estas prácticas buscan otorgarle al vino identidad.
El primero en recibirnos fue Edgardo Cónsoli, Jefe de Agronomía de Familia Zuccardi y Santa Julia. Edgardo comenzó por contarnos que actualmente en Maipú cuentan con 180 hectáreas orgánicas cultivadas y que están en plena etapa de reconversión de viñedos. La reconversión o replantación de viñedos conlleva un arduo trabajo que requiere del compromiso de 250 personas para llevarlo a cabo. Si bien año a año la finca renueva alrededor de 36 hectáreas con el objetivo de reemplazar antiguos viñedos, debemos entender que el suelo necesita descanso.
No se puede remover un viñedo y automáticamente replantarlo. Para que el suelo vuelva a ser fructífero, debe descansar durante un año. Durante ese lapso, quienes se encargan de su cuidado, suelen sembrar una variada selección de semillas y verdeos a fin de incrementar el material orgánico que volverá fértil a la tierra. Un dato interesante es que, desde 1999, ambas fincas comenzaron a certificarse como orgánicas. Luego de veinte años recorriendo una agricultura más amable con el medioambiente Santa Julia logró convertirse en el productor orgánico número uno del país con 305 hectáreas certificadas entre ambas fincas. A modo de información general, Edgardo enumeró tres pilares fundamentales que deben respetarse para trabajar de manera orgánica:
- El uso de herbicidas para controlar la maleza está prohibido. Dicho trabajo deber hacerse de forma manual o mecánica.
- Productos de síntesis química en la aplicación del viñedo están prohibidos. Por tal motivo cuando aparecen ciertas enfermedades endémicas producidas por hongos específicos como el Oídio y la Peronóspera se combaten con cobre y azufre. De este modo evitan el uso de fungicidas.
- Al no poder utilizarse productos químicos durante la fertilización, grandes dosis de compost son distribuidas por lo cuarteles durante los inviernos.
Cabe recordar que el solo hecho de respetar estas normativas no transforma un viñedo en orgánico. Para ello es necesario contar con el aval de empresas certificadoras que realizan auditorias tanto en la bodega como en las fincas a fin de corroborar que se cumplan numerosos procesos y protocolos para luego otorgar dicha legitimación.
Hecho en el suelo
Horacio Laborde, responsable de la producción de compost, humus de lombriz y cuidado de parques y jardines, se sumó a la charla para brindar sus conocimientos. Con una pasión atrayente a la hora de contar cuáles son los procesos y cuidados que necesitan los suelos, escucharlo fue realmente enriquecedor. Con la llegada de la “revolución verde” (movimiento establecido a mediado de la década del sesenta con el fin de incrementar la productividad agrícola) una serie de cambios a nivel tecnológico generaron nuevos procedimientos de cultivo.
La mecanización en las diferentes líneas de trabajo y el uso desmedido de fertilizantes y plaguicidas dieron comienzo a un estilo de producción en serie que subsiste en la actualidad. Laborde explicó que parte del trabajo que realiza tiene como fin recuperar prácticas naturales. Para evitar el uso de fertilizantes Horacio incorpora en los suelos enmiendas orgánicas para que la planta pueda restablecerse. Las lombrices rojas californianas que allí se encuentran succionan la materia para obtener alimento. Luego, los desechos que liberan (abundantes en microorganismos que la planta utilizará para su óptimo crecimiento) es lo que conocemos como humus de lombriz. A fin de generar humus de forma constante el equipo trabaja de forma conjunta para que las lombrices tengan siempre alimento y logren reproducirse. Horacio asegura que las lombrices permiten que la vida en los suelos continúe.
Un vivero a cielo abierto
Bernado Nerviani, jefe de viñedos en ambas fincas, fue quien nos recibió en el segundo día de nuestra visita. Apasionado en la materia, Bernado se capacitó en Francia e Italia durante tres años con el objetivo de entender cómo producir viveros propios. ¿El motivo? autoabastecerse con plantas de calidad a fin de realizar cosechas con excelentes rendimientos y, de este modo, dejar de adquirir plantas en donde no se pueda determinar de forma fehaciente la calidad de las mismas. El proceso en realmente fascinante. Cuesta creer todo el trabajo que aquello requiere y es admirable teniendo en cuenta que es un proyecto a largo plazo.
Para no complicar la ilustración del proceso, debemos entender los dos métodos de plantaciones que existen: mediante pie franco o pie americano. En el primer caso se deposita un sarmiento en la tierra, se riega y, de forma natural, larga raíz y se convierte en una plata autónoma. Éste método fue el más utilizado por la viticultura hasta la llegada de la filoxera. Plantaciones mediante pie franco funcionan únicamente en suelos vírgenes (aquellos en donde nunca ha habido plantas). Cuando en los suelos ya han habido viñedos, éstos sufren una pérdida de fertilidad y pueden llegar a tener insectos que infectan a las raíces de las futuras plantas. Para éste caso, el uso de un portainjerto, es clave. Hay distintos tipos de portainjerto según el objetivo que se busque. En el caso de Santa Julia, utilizan aquellos que resisten a las enfermedades haciendo que las plantas producidas crezcan sanas. ¿Dato de color? Para este año pretenden injertar 800 mil plantas. Asombroso.
Responsabilidad social
María José Pellegrina, quien se encuentra a cargo de la responsabilidad social empresaria (RSE), nos contó la intensa tarea que desarrollan a fin de ofrecer oportunidades a los que menos tienen. En ambas fincas funcionan centros culturales de vital importancia que generan actividades para empleados, familias y el resto de la comunidad. Estos espacios, fundamentales para el desarrollo y crecimiento de niños y adultos que viven en la zona, son trascendentales teniendo en cuenta que el primer centro urbano se encuentra a 37 km de la finca que poseen en Santa Rosa. Gracias al programa “Buena Cosecha” llevado a cabo por la Dirección General de Escuelas, la municipalidad y empresas privadas, tienen en funcionamiento un jardín maternal que trabaja todo el año.
Desde la bodega aportan infraestructura, la Dirección General de Escuelas brinda cargos docentes y la municipalidad equipamiento y transporte para los chicos. A su vez poseen un aula en donde funciona un formato con finalidad escolar logrando que adultos (empleados en su mayoría) logren terminar sus estudios secundarios. Los mismos pueden cursar dentro del horario laboral y, llegado el caso, pueden terminar de forma semipresencial. Actualmente 56 personas lo están finalizando. Actividades recreativas también se dictan: 25 chicos concurren a las clases de danza. Funciona un taller de costura en donde las mujeres que viven en la finca (muchas de las cuales son las esposas de los empleados) realizan un porcentaje bastante elevado de la ropa de trabajo que utilizan. Esto generó una ocupación remunerada a personas que estaban sin empleo. Fue tan interesante lo que lograron que obtuvieron maquinas de costura industriales gracias a un subsidio otorgado por el Ministerio de Desarrollo de la Nación mediante el programa denominado “Manos a la obra”. Con capacitaciones constantes, las cinco personas que allí trabajan mejoraron sus técnicas logrando hacer los uniformes que los empleados utilizan en la bodega. Por supuesto que hubo tiempo para degustar los variados ejemplares que Santa Julia posee pero, toda esa información, la escribiré mi próxima nota con mayor detalle.Agradezco a Nancy y a todo el equipo de trabajo de Santa Julia no sólo por la invitación sino por la cordialidad con la que fuimos recibidos. Sin dudas fue un viaje por demás enriquecedor.