Por Sebastián Casabé
En la siguiente nota pude conversar con Alice Viollet, responsable comercial de Altos Las Hormigas y hacer un breve repaso por la historia de una bodega pionera en el estudio de los suelos, la viticultura de precisión y el posicionamiento del Malbec, nuestra cepa insignia.
¿Cómo fueron tus comienzos en el mundo del vino y por qué decidiste venirte a vivir a la Argentina?
Conocí Mendoza en 2006 durante una práctica semestral que realicé en la Cámara de Comercio e Industria Franco Argentina (CCIFA). Venía de Francia, un país con costumbres distintas. Recuerdo mi fascinación al descubrir una industria del vino diferente, con una comunicación relajada, dirigida a un público joven y con menos etiquetas, algo poco usual en mi país. Fue un semestre enriquecedor y lleno de oportunidades. Al terminar, volví con la idea de trabajar en la industria. Luego de haber vivido tan linda experiencia en Mendoza, no buscaba trabajar en otro rubro. El problema era que si pretendía trabajar en Francia con un producto cultural con tanta historia, necesitaba mayor conocimiento del que poseía. Decidí entonces realizar un máster en Comercio Internacional de Vinos en Montpellier y continuar mi formación. La realidad es que nunca olvidé Mendoza y, cuando tuve la oportunidad, regresé más fuerte en experiencia y conocimiento. Afortunadamente encontré una industria en pleno desarrollo que seguía siendo menos estructurada que la francesa. No lo dude: decidí quedarme y presenciar ese crecimiento.
¿Cómo te uniste al equipo de Altos Las Hormigas?
Entré en Altos Las Hormigas en 2016. Como tenía experiencia previa por haber trabajado en diversas bodegas enfocadas en el cuidado del medio ambiente, me apasioné con el proyecto que proponían. Por otro lado conocí a un equipo técnico de lujo que siempre tuvo como premisa compartir lo aprendido, avanzar en equipo y buscar la constante innovación para poder reinventarse y posicionarse cada vez que el mercado lo requería.
En 1995, cuando se fundó la bodega, se tuvo como premisa el estudio de los suelos y, a su vez, apostaron por el Malbec, objetivos que para esa época no eran considerados primordiales ¿Cómo lograron tener esa visión teniendo en cuenta que en la actualidad el foco está puesto en esas mismas cuestiones?
Mirándolo de forma retrospectiva y por cómo era la industria en aquel entonces, que se haya tenido la visión de apostar por Malbec, me parece fascinante. Igualmente, no fue suerte. Tanto Alberto Antonini (reconocido enólogo toscano y cofundador de la bodega) como Attilio Pagli (importante enólogo italiano), contaban con mucho conocimiento previo por haber trabajado con cepajes específicos y en diversos terruños. ALH fue una de las primeras bodegas en posicionar a la Argentina en el mundo del vino. Por otro lado, la investigación constante del terroir mendocino fue una voluntad que implicó un cambio en el estilo enológico. En eso también fuimos pioneros. Tené en cuenta que Francia luchó durante largos años para poder mencionar la cepa en la etiqueta de los vinos con denominación de origen. Es importante entender que la cepa y la región van de la mano. Nosotros logramos ese objetivo. Cuando comenzamos a hablar de terroir, en Argentina se creía que el potencial del viñedo estaba dado únicamente por la altura. Nuestro trabajo abarcó mucho más. En la actualidad sabemos que el resultado final de un vino está íntimamente relacionado con el clima, la morfología y estructura de los suelos y, por supuesto, por la mano del hombre.
En una reciente entrevista, un destacado crítico de vinos opinó que ser reconocidos exclusivamente por el Malbec puede llegar a ser contraproducente si algún otro país productor logra buenos resultados con la variedad ¿Consideras que apostar todo al varietal sigue siendo la clave para diferenciarnos o crees igual de importante destacar zonas vitivinícolas por sobre el varietal, como sucede en Europa?
Ambas cuestiones son fundamentales. Creo que la variedad y el origen tienen que coexistir. En el caso del malbec, es importante seguir demostrando cómo esta misma variedad otorga resultados diversos según la región productora. Por otro lado me parece importante que las bodegas puedan seguir diferenciándose por atributos propios. Por ejemplo, Argentina aún no es reconocida en el exterior por la calidad de sus vinos blancos y rosados. Tampoco por sus espumosos. Tenemos potencial de sobra para posicionarnos en otros estilos y no sólo por nuestro malbec. Estamos realizando grandes ejemplares a base a bonarda, semillón, criollas y blends. Queda mucho por investigar pero considero que estamos yendo por el camino correcto. Por otro lado, que sigan surgiendo nuevas regiones, no sólo me parece fascinante sino que nos permite como industria tener diversidad y ganarnos el respeto de otros grandes países productores. Debemos seguir haciéndonos fuertes por nuestra diversidad. No todos los países la tienen.
¿Nos contás sobre el Jardín Altamira, el viñedo que tienen en Valle de Uco? ¿Por qué decidieron emplazarse allí y qué estilo de vinos ofrece la zona en contraposición a la finca que poseen en Lujan de Cuyo?
Jardín Altamira está ubicado en el Valle de Uco y fue plantado sobre tierra virgen, en un área seleccionada de Paraje Altamira. Allí, nuestros especialistas en terroir, descubrieron suelos calcáreos y parcelas pedregosas con un alto porcentaje de carbonato de calcio activo. Cuando se observó el potencial que la zona ofrecía, se adquirieron cincuenta y cinco hectáreas. Treinta y dos de ellas ya estaban plantadas para 2017. Fue titánico el trabajo de desmonte. La cantidad -sin precedentes- de rocas y cantos rodados presentes en el suelo, nos dejó atónitos. Quien recorra el viñedo, verá los montículos de piedras blancas y cantos rodados alrededor de la propiedad como testimonio del inmenso trabajo. A principios de este año tuvimos nuestra primera cosecha y los resultados fueron los deseados. El impresionante trabajo de precisión, logró lo que buscábamos.
Nuestra finca en Luján de Cuyo brinda vinos con mayor volumen y jugosidad. La diferencia con los ejemplares que provienen de suelos calcáreos, como los del Valle de Uco, es la sensación de “tiza” que dejan en boca, con una estructura más tensa. Igualmente, en ambos casos, el estilo de Altos Las Hormigas propone vinos complejos, elegantes y bebibles.
De forma reciente lanzaron al mercado el nuevo Cabernet Franc orgánico de Colonia Las Liebres, marca “hermana” de Altos Las Hormigas: ¿Qué desearon transmitir con esta nueva propuesta y cuál consideras que es el mejor modo de comunicar vinos orgánicos, algo que al consumidor argentino aún le cuesta adoptar?
Lo primero que debemos comprender es que los vinos orgánicos llegaron para quedarse. Si bien no es la primera opción que el consumidor elige al estar frente a una góndola, siento que el interés sigue creciendo. La gente está más ávida de conocimientos y tiene deseos de conocer nuevas propuestas, lo cual considero espectacular. Como bien decís, Colonia Las Liebres es una marca hermana de ALH que nació con el objetivo de explorar estilos enológicos diversos. Nuestro primer ejemplar fue una bonarda sin madera. Logramos generar mucho ruido y una gran aceptación general. En base a tan buenos resultados decidimos elaborar, también con bonarda, dos espumosos: uno con método tradicional y otro con método ancestral. Luego llegó el malbec reserva orgánico que, a mi entender, es la interpretación del “malbec de Luján de Cuyo” en su más delicada expresión. Este fue el primer paso para consolidar “Colonia Las Liebres” como una línea de vinos orgánicos de partidas limitadas.
La novedad es un Cabernet Franc totalmente orgánico que proviene de Luján de Cuyo elaborado sin madera y con mínima intervención enológica. Fiel a las características de la variedad, es fresco, tenso y preciso. Son siete mil botellas de una misma parcela. Nos encantó el resultado.
Al sur de Burdeos se encuentra Cahors, conocida como “la cuna del Malbec” ¿Qué diferencia encontrás entre el estilo francés y el argentino?
Tradicionalmente los vinos de Cahors eran muy potentes, rústicos y tánicos. Si bien los vinos eran hermosos, había que esperar unos buenos años para que aplaquen su potencia. Algo interesante que hicimos junto al equipo de ALH fue ir hasta Cahors y elaborar, allí mismo, un “estilo mendocino” de malbec. Obtuvimos resultados deslumbrantes: vinos afrutados y elegantes con la acidez característica de la zona. Gracias a este enriquecedor intercambio, en Cahors coexisten ambos estilos: el tradicional y el “argentino”, moderno, bebible y equilibrado. Gracias a ello, hoy se habla de “el renacimiento de Cahors”
Según tu criterio ¿Cuáles son las fortalezas y debilidades que tenemos como país productor?
Sin dudas, las fortalezas de Argentina como país productor, son su historia y tradición, cultura gastronómica sumado a grandes profesionales técnicos (desde enólogos, sommeliers y comunicadores). Considero, a título personal, que las debilidades son la insuficiente conciencia ecológica. No tenemos acciones concretas sobre un tema que es muy importante visibilizar. Por otro lado falta de agua en Mendoza, si bien es una cuestión netamente natural, no es menor. Igualmente considero que hay muchas acciones que se podrían implementar para optimizar un recurso tan escaso como el agua y lograr una mayor eficiencia en su uso. No es un tema comercial, es un tema de sustentabilidad y, sobre todo, de legado.
¿Cómo observas la aceptación del vino argentino en Europa? ¿Hay espacio para el vino argentino allí?
Es interesante tu pregunta. Tenemos que entender que hacerse un lugar en el mercado europeo no sólo depende de obtener grandes vinos sino de lograr inversiones y acuerdos comerciales entre países. Chile en eso está muy adelantado. Considero que, por el momento, espacios para ingresar en el mercado existen. Son pocos y hay que saber encontrarlos. Por otro lado, como los hábitos de consumo evolucionan de forma vertiginosa, el consumidor cada vez tiene mayor curiosidad y ganas de experimentar. Es una gran oportunidad para seguir demostrando, ojalá con más fuerza, lo excepcional de los vinos argentinos.
Agradezco la dedicación con la que Alice me brindó su visión sobre los temas tratados. Me gustaría recalcar dos cuestiones mencionadas: la diversidad que poseemos como país productor y, sobre todo, la calidad de vinos que somos capaces de lograr. Como bien se comentó en la nota, Argentina tiene un potencial descomunal y puede, sin duda alguna, estar a la altura de otros titánicos países productores. Debemos seguir afianzándonos como industria potenciando la diversidad de zonas. Los estilos diversos que podemos generar, es nuestro diferencial. Si a su vez logramos optimizar un recurso tan escaso como el agua, creo que tenemos un fructífero camino por delante.