Por Sebastián Casabé
Hace poco tuve la oportunidad de participar en la presentación de los vinos de Karas Wines, un proyecto liderado por la familia Eurnekian, también propietaria de Bodega del Fin del Mundo en San Patricio del Chañar (Neuquén).
Fue un encuentro más que interesante, que me permitió conocer de primera mano la historia vitivinícola de una región tan fascinante como desconocida para mí.
Un poco de historia: Armenia y la viticultura
Se cree que la historia de la viticultura comenzó en la zona del Cáucaso —más precisamente en Georgia y Armenia— hace unos 8.000 años a.C., donde aparecieron las primeras vides cultivadas.
La vid, junto con el olivo y la higuera, fue una de las primeras plantas domesticadas por el hombre sedentario.
El vino y la vid formaron parte del patrimonio de los pueblos del Oriente Próximo. Incluso, el Génesis relata que Noé, después del diluvio, plantó una viña al bajar del Monte Ararat, elaboró vino y, según la historia, se embriagó con él.
Más allá del mito, en Armenia la cultura del vino está profundamente arraigada. En 2007 se descubrió la cueva de Areni, considerada la bodega más antigua del mundo hallada hasta la fecha. Este sitio arqueológico, conocido como Areni-1, incluye una prensa de vino, tinajas de fermentación y fragmentos de cerámica que datan de más de 6.000 años.
Armenia es un país pequeño —de unos tres millones de habitantes— ubicado a una latitud similar al Etna (Italia) y a California (EE.UU.), lo que le otorga condiciones climáticas privilegiadas para el cultivo de la vid. Curiosamente, los armenios no son grandes consumidores de vino, pero sí de destilados, especialmente el brandy.
El nacimiento del proyecto Karas
Durante la presentación, Juliana del Águila Eurnekian —sommelier, presidenta de Bodega del Fin del Mundo y una de las caras visibles del proyecto— relató con pasión cómo nació Karas Wines.

Su tío, Eduardo Eurnekian, comenzó a buscar un campo en Armenia, en el valle de Ararat, con la intención de generar trabajo y desarrollo local, sin tener aún una idea clara de qué emprendimiento realizar. Hasta que recordó la historia bíblica: Noé, al bajar del Ararat, plantó una viña. Así nació la inspiración.
Desde los años 2000 en adelante, Karas Wines se consolidó como la bodega número uno de Armenia. Produce vinos a partir de viñedos propios ubicados a los pies del Monte Ararat, a 1.300 metros sobre el nivel del mar, en un entorno de clima continental extremo, con fuerte amplitud térmica, gran exposición solar y vientos constantes.
Los suelos, de origen volcánico, varían entre franco-arenosos y arcillosos, y las 400 hectáreas plantadas albergan tanto cepas internacionales —Syrah, Cabernet Franc, Malbec— como variedades autóctonas:
- Sireni, uva tinta originaria de la región fronteriza entre Armenia y Azerbaiyán (su nombre significa “risueño”).
- Areni, considerada la tinta emblemática de la zona.
- Kangun, la blanca principal del país, nacida del cruce entre Sukholimansky Bely y Rkatsiteli.
El proyecto combina tradición e innovación, con un fuerte respeto por la historia vitivinícola armenia y una visión moderna que busca posicionar sus vinos en el mundo.
Parte del portfolio probado
Después de conocer la historia de la bodega, fuimos conducidos al salón del restaurante Bravado, donde tuvo lugar la presentación, para degustar parte del portfolio de Karas. Probamos la línea Classic, compuesta por tres vinos sin crianza elaborados con uvas locales y combinaciones entre variedades francesas y autóctonas armenias, que mostraron un perfil fresco y frutado. También degustamos el Reserve Areni-Sireni, un corte de las dos cepas tintas insignia de Armenia.

No quiero cerrar esta nota con una descripción técnica de cada vino, porque mi intención es compartir lo que me transmitieron más que enumerar datos. Además, siendo mi primera experiencia con cepas autóctonas armenias, sería poco serio fingir familiaridad con ellas.
Lo que sí puedo decir es que los vinos me parecieron muy bien elaborados, equilibrados y con identidad. En cada etiqueta se percibe la búsqueda por expresar el carácter del terruño. Celebro que existan proyectos que apuestan por variedades poco conocidas y que acercan al consumidor vinos de nuevas regiones vitivinícolas, ampliando así el mapa de sabores del mundo.
Me resultaron vinos gastronómicos, fáciles de disfrutar y versátiles para distintos momentos de consumo. En especial, me cautivó el Areni varietal de la línea Classic: la cepa emblema de Armenia. Su perfil frutado, su elegante acidez y su historia lo convierten en un vino con mucho para contar. Una puerta de entrada ideal para quienes buscan descubrir nuevas variedades y experiencias auténticas.