Gualtallary, ese divino tesoro

Gualtallary, ese divino tesoro

Por Sebastián Casabé

A principio de este año y en conjunto con los amigos e integrantes de Argentina Wine Bloggers, hemos decidido dar a conocer, bajo una serie de artículos, cada región productora de vinos que se encuentra en nuestro país. Con el hashtag #regionesdelvino y, en las diferentes redes sociales de cada miembro, podrán encontrar las notas relacionadas.

La zona de origen como identidad del mismo modo en que los “vinos de autor” le confieren al ejemplar una identidad única, hay ciertas zonas vitivinícolas que aportan características que nos hablan del lugar de origen más que de la variedad en sí. Este es el caso de Gualtallary (Valle de Uco) que, gracias a diversos factores, otorga un sello distintivo. Si bien es cierto que a muchos consumidores les abruma la cantidad de información a tener en cuenta a la hora de evaluar un vino (color, aromas, sensaciones en boca, año de cosecha etc.) no está de más ir brindando datos para que, aquellos interesados en aprender, entiendan que el lugar en donde es cosechada la uva también va a determinar el perfil del vino.

“…hay ciertas zonas vitivinícolas que aportan características que nos hablan del lugar de origen más que de la variedad en sí.”

 
La altura: un factor clave
 
El Valle de Uco se encuentra al norte de río Tunuyán y comprende los departamentos de Tunuyán, San Carlos y Tupungato. Dentro de éste último nos encontramos con Gualtallary, una microrregión que conjuga viñedos ubicados a distintas alturas y que, a su vez, están compuestos por diferentes tipos de suelos. Estas características tanto climáticas como biológicas engloban el concepto de “terroir”, algo muy estudiado durante los últimos años. Ahora bien, ¿Por qué el clima de Gualtallary impacta en el resultado final de sus vinos? Por su cercanía a la cordillera de los Andes que brinda una marcada amplitud térmica (diferencia de temperatura entre el día y la noche) incidiendo en la composición química de las bayas. Esto genera en el fruto una acumulación de azúcares y compuestos fenólicos como los antocianos (responsables del color en los vinos tintos). Todas estas cuestiones ayudan a una maduración progresiva del fruto y, como resultado, el carácter, estructura y equilibrio se ve reflejado en cada ejemplar. Si a eso le sumamos la diversidad de suelos que pueden encontrarse, es cuando estamos en presencia de los denominados “vinos de terruño”. En resumidas cuentas: un vino que nos muestra las características de una zona determinada. La variedad con la que está hecho, es otro cantar.
 
 
 
Saber dónde estamos parados
 
El terroir (pronunciado terroar) viene sonando con fuerza en los oídos de cada consumidor argentino y, si bien en el viejo mundo siempre se ha tenido en cuenta, en nuestro país generó un impacto notable en la última década.
Al terroir podríamos definirlo como la combinación de climas, suelos y acciones concretas del hombre que darán como resultado vinos especiales. Como hemos comentado, los componentes del terruño generarán un impacto concreto sobre el ejemplar. Lo interesante de Gualtallary es que podemos encontrar distintos tipos de suelos dentro de un mismo viñedo ofreciendo resultados heterogéneos. Desde un punto de vista técnico, Gualtallary ofrece suelos pobres (sin exceso de materia orgánica), pedregosos, calcáreos y de buen drenaje. Gracias a ello se transmiten diferentes minerales a la vid. A su vez, otro factor especifico del terruño, es una porción variable de gravas (conjunto de piedras pequeñas) formadas a partir de basaltos (rocas de origen volcánico ricas en oxigeno de calcio) que condicionan el perfil del vino. Incluso, abundante presencia de grava en los suelos adelanta la maduración de la vendimia por ser considerada cálida en contraposición a componentes como la arcilla que retardan la madurez. Entendiendo los compuestos de cada tipo de terreno, los enólogos pueden trabajar de forma concreta para obtener resultados específicos. Incluso, muchos de ellos, tienen como lema “entender el viñedo y trabajar en consecuencia”.
Ahora bien, ¿el tipo de suelo incide en el gusto del vino? Esta consulta genera  disidencias entre los especialistas puesto que mientras algunos consideran que pueden apreciarse ciertas sensaciones gustativas (incluso, de un tiempo a esta parte, un descriptor que se ha puesto en boga fue el de “mineralidad” definida como textura polvorienta que dejan en boca ciertos vinos), otros aseguran que son imperceptibles.
En mi opinión, creo que sería un reduccionismo simplificar el estudio de los suelos a una cuestión meramente sensitiva. El conocer de forma profunda el tipo de materia orgánica que se encuentran en las diferentes regiones, indefectiblemente dará como resultado un conocimiento que ayudará a entender qué tipo de nutrientes específicos necesita la planta para crecer de forma sana y vigorosa logrando su óptimo desarrollo.
 
 Clics modernos
 
Cuando se habla de modernidad en el mundo del vino no sólo se está haciendo referencia a las nuevas técnicas de elaboración sino al perfil de vinos que se están buscando. Un poco por moda (recordemos que en la década de los noventa era inconcebible un vino sin un marcado paso por madera) y otro poco por un cambio lógico de estilos, Gualtallary se convirtió en una zona en donde los ejemplares pueden expresar sus particularidades. Por otro lado, la experimentación y el conocimiento que tienen los enólogos de hoy para entender cómo se comportan las diferentes variedades en cada región, hicieron que el trabajo en el viñedo predomine por sobre lo que pasa en bodega. En conclusión: la búsqueda actual está enfocada en mostrar vinos con buena frescura, la fruta bien al frente y tratar de “retocar” lo menos posible al vino para lograr expresar su origen por sobre la enología.
Ahora bien, ¿cómo puede el consumidor entender la diferencia entre un estilo tradicional frente a vinos de perfil moderno? Probando ejemplares de una misma variedad pero de distintas zonas.
 
Cuestión de estilos
 
Para poder brindar un claro ejemplo sobre cómo podemos aprender a diferenciar estilos, voy a hablar sobre nuestro querido Malbec ya que se encuentra plantado en casi todo el territorio nacional. La zona de Maipú, en Mendoza, nos muestra un estilo clásico en los ejemplares que presenta. ¿El motivo? Otra vez la acción de la altura y la composición de sus suelos. Mientras que en Gualtallary el promedio de altura de los viñedos es de 1400msnm, en Maipú se encuentran a 800msnm. Como anteriormente comentamos que a mayor altura existe mayor amplitud térmica y una maduración progresiva de la uva, estos ejemplares presentan colores en la gama de los rojos intensos, aromas a frutas maduras (ciruela  o confitura) mientras que al beberlos sentiremos una sensación voluminosa y mullida. Son los denominados vinos “gordos” porque, al entrar en la boca, inundan todos los rincones y tienen cierto peso.
Como dijimos, los ejemplares de Gualtallary se destacan por su frescura gracias al nivel de acidez natural que presentan sus vinos. Algo que debemos tener en cuenta es que por cada 150 metros lineales de ascenso, la temperatura descenderá un grado. Si la diferencia promedio que podemos encontrar entre ambas zonas son 600 metros, podemos entender uno de los motivos por los cuales el perfil de los vinos es completamente diferente. Sin embargo, como hemos visto, el carácter de los vinos no se explica únicamente a partir de la altura ya que los suelos, en combinación con climas fríos, darán como resultados vinos irreplicables.
Cuando solemos probar un ejemplar de Gualtallary lo primero que detectamos es un color violeta profundo, casi negruzco. En nariz sus aromas frutales y notas florales son su punto fuerte. Por otro lado, en boca notaremos una mayor fluidez. El vino entra en forma lineal y muestra toda su potencia en la mitad de la misma. Sentimos, gracias a su frescura, una mayor producción de saliva al igual que cuando le damos un mordisco a una manzana verde. Lo interesante es que, al mismo tiempo, estas sensaciones se compensan con una estructura, dada por la madurez polifenólica, que hace que esas impresiones perduren.
En algún punto, los ejemplares provenientes de esta zona, conjugan lo mejor de ambos estilos: ejemplares con cierto volumen y taninos marcados, acompañados de una notable frescura. Esta combinación de factores es lo que hace de Gualtallary una zona tan particular.
 
Indicaciones geográficas: la importancia del origen
 
Tal es el grado de identidad que encuentran los enólogos en los vinos que producen las distintas microrregiones del Valle de Uco que, de un tiempo a esta parte, nació una imperiosa necesidad por proteger el origen de aquellas uvas. No es tarea sencilla: requiere de estudios exhaustivos así como presentaciones ante el  INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) que demuestren cuáles son las características diferenciales del lugar por sobre otras zonas. Todo este arduo trabajo tiene como objetivo distinguir al ejemplar y demostrar que dichas regiones presentan una combinación de climas y suelos que le aportan a los vinos características imposibles de reproducir en otros lugares. Si pensamos que históricamente se le confirió mayor importancia a la variedad, esto es un progreso que nos acerca a lo que sucede en el viejo mundo: ponderar la zona de origen por sobre la variedad. Cabe destacar que recién concedida dicha Indicación Geográfica (I.G), en la etiqueta puede aparecer escrito su origen.
Dentro del Valle de Uco diversas microrregiones han conseguido una I.G: los Chacayes o Paraje Altamira son claros ejemplos. El problema con Gualtallary es que existe un grupo vitivinícola dueño de la marca “Gualtallary” y, al no querer cederla, no permiten su uso. Si bien se está en un proceso de resolución, los productores están usando un nombre más “amplio” como Tupungato, departamento en donde se encuentra Gualtallary.
Ahora bien ¿cuál es el beneficio concreto que obtiene el consumidor llevando a su mesa un ejemplar proveniente de una I.G puntual? La certeza de que las uvas utilizadas proceden de una parte del mundo cuyos vinos tienen alguna distinción que los hace únicos.
 
Bebiendo Gualtallary
 
Para dar un cierre a todo lo expuesto, me gustaría recomendar cuatro ejemplares que, a mi entender, permiten entender las particularidades que presenta Gualtallary. Encontraran dos perfiles diferentes. Mientras los de arriba presentan mayor nivel de frescura y tensión, los de abajo serán más intensos en aromas y en boca se presentan mayor peso. 


  • Nombre: Melodía. Malbec. Bodega: Melodia Wines Precio sugerido $240
Fruta y más fruta para un ejemplar de paso ágil que combina frescura y tenacidad otorgado por un leve paso por roble francés. Excelente exponente que nos muestra algo distintivo dentro de gran abanico de vinos que encontramos en el mercado. Cabe destacar que parte de las uvas utilizadas en este ejemplar no solo proceden de Gualtallary sino de Paraje Altamira, también en Valle de Uco
 
  • Nombre: Desquiciado. Malbec. Bodega: Desquiciado Wines Precio sugerido $ 280

    En éste vino, además de notas frutales aparecen las herbales. Considero un buen ejemplar que ayudar a barrer la grasitud que presentan los platos de invierno. Ideal para probar un Malbec de estilo moderno.

  • Doña Paula 1350. Blend de tintas. Bodega: Doña Paula  Precio sugerido $450

    El nombre nos adelanta la altura de las fincas. Con dicho ejemplar, Doña Paula buscó introducir en la botella una porción de Gualtallary. Un vino de terruño en todo su esplendor donde podrán entender cómo la altura incide en forma concreta en los aromas y texturas del vino.

  • Nombre: Pasionado. Cabernet Franc 2014. Bodega: Andeluna Precio sugerido $1200

    Elegido en el último desafío federal como uno de los mejores exponentes de Cabernet Franc argentino, conjuga potencia y complejidad aromática para concluir con una boca carnosa y una frescura imbatible. Se debe tomar a paso lento. A medida que los minutos corren, algo nuevo comienza a mostrar. Realmente magnífico.

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