Mirando el vino tinto

Mirando el vino tinto

Por Sebastián Casabé

Infinidad de textos se han escrito sobre el análisis del vino. En todos ellos se explica, con mayor o menor grado de dificultad, los principales atributos que podremos encontrar si prestamos atención a las sensaciones percibidas. Si bien hay ciertas cuestiones que dependen de nuestro umbral de percepción y, por sobre todo, de cuánto se practique, considero que hay algo fundamental que debemos dejar de lado si queremos aprender sin condicionamientos: nuestro prejuicio hacia lo que estamos por beber. Si prejuzgamos a un vino por su color, aromas, o variedad, estaremos condicionando nuestro proceso de aprendizaje. Despójense de toda ansiedad por querer captar, en poco tiempo, todo lo que un vino tiene para ofrecer. Disfruten del proceso. Aprendan jugando.

El análisis visual

Aprender a observar un vino va a brindarnos ciertos datos que nos ayudarán a conocer aspectos relacionados a la variedad, su edad y sanidad. Éste es el primer análisis que debemos hacer. Luego continuaremos con el olfativo para concluir con el gustativo. Es importante respetar dicho orden ya que primero se comienza por evaluar las fases que presentan menor incidencia para culminar con las de mayor relevancia. Algo que me gustaría dejar en claro es que la información que obtendremos de éste primer análisis nos hablará de las características del vino y no de sus atributos. Nada de lo que observemos en el vino va a definir su calidad. No se apresuren por querer calificar al vino por lo que ven. Sepan que los datos obtenidos hay que saberlos interpretar.

Para comenzar, debemos realizar esta primera fase en buenas condiciones lumínicas. Es importante que sea suficiente y, de ser posible, natural. De no contar con ella una luz blanca será de ayuda.

En un principio considero que los puntos más relevantes a valorar son: limpidez y brillo, color e intensidad colorante. Si bien hay otras cuestiones a ser evaluadas, estos tres puntos son claves. Los ejemplos que brindaré serán con un vino de uva tinta. Les aconsejo conseguir un ejemplar joven (aquel que muestre en su etiqueta el año más reciente de cosecha). En este caso no será relevante la variedad que elijan aunque, como veremos más adelante, cada una presentará ciertos colores característicos.

Sedimentos del vino.

Sirvan alrededor de un tercio de la copa con el vino elegido e inclínenla sobre un fondo blanco (pueden utilizar un repasador). Verán que, si está en buenas condiciones, se presentará límpido y brillante. Esto denota salubridad. El brillo en un vino es señal de vivacidad. En cambio, si se encuentra opaco, puede no estar en sus mejores condiciones. Por otro lado, cuando hablo de limpidez, estoy haciendo referencia a que no se vislumbra turbidez ni partículas suspendidas en el líquido. En caso de encontrarlas debemos comprobar si son ajenas al vino (ya que esto sí puede deberse a fallos en la conservación) o si son borras que pueden aparecer porque el vino fue embotellado sin filtrar. Ello no implica defecto alguno.

Vino que presenta cierta evolución

Pasemos al indicio de la edad. El color del vino con el paso del tiempo va cambiando y la paleta cromática que encontrábamos cuando el vino era joven puede ser muy distinta cuando el ejemplar presenta cierta evolución. Por lo general los vinos tintos nacen con colores purpúreos, violáceos o morados. Conforme van evolucionando, sus tonos virarán hacia los rojizos para  continuar con los granates/ladrillo culminando con ocres/amarronados. Para visualizarlo de forma sencilla, debemos tener en mente tres colores que son pilares para los vinos tintos: azul, rojo y marrón. El azul en principio recuerda a lo joven, el rojo a vinos con leve evolución y el marrón a evolución. Por tal motivo, si observan un vino con tonos ocres o amarronados, pueden estar en presencia de un  ejemplar de edad avanzada. Con los vinos blancos sucede algo similar. Sus colores pasarán de amarillos pálidos progresando a verdosos, para concluir con dorados o bronces. Cabe aclarar que un vino evolucionado, en tanto y en cuanto haya sido pensado desde su concepción para soportar el paso del tiempo, mostrará un sinfín de atributos. Esto podrán leerlo con mayor detalle en el capítulo relacionado al vino y su guarda.

Es importante saber el lugar exacto donde vislumbrar dichos tonos. Recuerden que para observarlos la copa deberá seguir levemente inclinada. En los vinos tintos debe prestarse atención al ribete o “lengua” que se forma en la parte superior. En los blancos, se apreciará en el centro de la copa.

Por último, la intensidad colorante, puede darnos alguna pista sobre la variedad en cuestión así como el método de elaboración utilizado. Hay variedades con mayor pigmento colorante que otras. El Malbec, por lo general, es una variedad con una alta intensidad colorante. Lo notarán por sus tonos profundos y porque, al intentar observarlos, no suele traslucir. En cambio, un Pinot Noir, por lo general mostrará tonos claros. Una forma de comprobar la intensidad en un vino es pasando la mano por debajo de la copa. Si la observamos, estamos en presencia de un ejemplar con baja intensidad colorante. Caso contrario el vino será profundo pero no por ello de mayor calidad.

 

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